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Pensamientos sobre el temor y la confianza

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Pensamientos sobre el temor y la confianza.
CFAL, 6 y 7 de junio de 2020.

Intro: ¡Hola, amada familia del Centro Familiar Amor y Libertad! Espero que todos estén bien, y disfrutando del amor y cuidado de nuestro buen Dios. Me alegra mucho saludarlos y compartir con ustedes el mensaje de su palabra. ¿ORAMOS?

A principios de esta semana terminó la jornada nacional de sana distancia, aunque eso no significa que la pandemia terminó ni que el número de contagios esté disminuyendo en forma generalizada, sino todo lo contrario. Todavía necesitamos tomar las debidas precauciones. Oficialmente fueron 71 días los que 70 millones de personas permanecimos en confinamiento en México, incluidos muchos misioneros extranjeros, algunos muy queridos amigos míos… y todo lo que experimentamos durante ese tiempo, hoy es parte de un capítulo de nuestra historia personal… Y aunque no sabemos exactamente el futuro que nos espera como país, sí sabemos que esta pandemia no ha terminado y que vienen tiempos difíciles, además de la “Nueva Normalidad”.

Y precisamente por lo que nos está tocando vivir,  hoy compartiré con ustedes un mensaje titulado “Pensamientos sobre el Temor y la Confianza”.

Y voy a comenzar con dos pasajes de la Palabra de Dios: El primero:

Salmo 112:7-8 El justo no les teme a las malas noticias; porque su corazón está firme confiado en el Señor. Asegurado está su corazón, no temerá…

Estas palabras nos describen la vida de un creyente que en algún momento de su vida tomó la decisión de confiar completamente en Dios, y esa confianza le proporciona seguridad en su interior cuando las malas noticias llegan. El único seguro contra el temor, es la confianza en Dios. (Asegurado está su corazón)

Veamos el segundo:

Salmo 56:3-4 Cuando siento miedo, pongo toda mi confianza en ti.

Me encanta el libro de los Salmos porque allí encuentro todas las emociones humanas descritas clara y detalladamente. Si estás familiarizado con los salmos, entonces has encontrado el miedo en varios de sus capítulos.

El miedo en su estado natural, es una emoción como todas las demás, es decir, es una sensación transitoria que nos mueve a hacer algo. Y a pesar de que no es una emoción agradable, el miedo es una defensa contra el peligro porque nos ayuda a huir o a enfrentarlo  para salvarnos.

Una interesante característica de las emociones es que pueden evolucionar de su estado natural de sensaciones intensas, breves y pasajeras, a sentimientos. ¿Cómo una emoción se convierte en sentimiento? En la medida en que tomamos consciencia de ella, en que pensamos en ella. Por ejemplo, el enojo (una emoción pasajera) puede convertirse en rencor o en amargura, y la alegría de una experiencia agradable (como pasar tiempo con alguien significativo para nosotros), en un sentimiento de bienestar.  A diferencia de una emoción, que es transitoria, un sentimiento es más duradero, y muchas veces se instala en nosotros.

¿Sabes que la Biblia enseña que nuestros sentimientos son generados por lo que pensamos? Y no sólo nuestros sentimientos. También nuestro comportamiento.

Isaías 26:3-4 Tú guardarás en completa paz a los que se mantienen pensando en ti, porque en ti han puesto su confianza.

Estas palabras nos dicen que la paz completa es el resultado de poner nuestra confianza en Dios, y de mantener nuestro pensamiento en él. Sin embargo, y siendo sinceros, esta pandemia que desde hace 75 días nos está tocando vivir a cristianos y no cristianos, ha secuestrado la paz a muchos, y a todos nos ha permitido descubrir e identificar actitudes, pensamientos y comportamientos que quizá jamás habíamos imaginado que tendríamos.

La actual crisis mundial ha sido para cada uno de nosotros como un balde de agua hirviendo, y el resultado que hemos obtenido tiene todo que ver con nuestra condición  previa a la crisis. Ahora usaré una sencilla ilustración: Si comparamos nuestra condición espiritual previa a la pandemia con un huevo, nos quedaría muy claro el por qué nos hemos endurecido. Si, por el contrario, tomamos el ejemplo de una papa, el resultado literal es que nos ablandaremos de más, y estaremos listos para convertirnos en puré.  Pero ¿qué tal si la comparamos con granos de café o con bolsitas de té?

¿Por qué en medio de esta crisis algunos cristianos se han endurecido, por qué otros se están desintegrando, y por qué otros, pueden seguir siendo bendición de muchas maneras?

Tengo solo dos posibles respuestas: Quienes se han endurecido y quienes se han desintegrado han escogido vivir en el  temor que producen las circunstancias difíciles, y aquellos que están floreciendo aún en medio de la crisis, han decidido atravesar la crisis poniendo toda su confianza en Dios y en sus promesas. Y ambas opciones están disponibles para nosotros por medio de una elección.

¿Qué significa vivir en temor?

Significa alimentarse de la crisis, es decir, poner la mirada, el oído,  la mente y el corazón en ella. Y aclaro que no estoy hablando de negar lo que está pasando no sólo en nuestro país, sino en el resto del mundo, porque la crisis que estamos viviendo es real, y  sé que sentir miedo ante los peligros es natural, y más ante el tamaño de la crisis que nos está tocando vivir. Pero una cosa es sentir miedo y otra muy distinta es establecernos en él.

La palabra de Dios nos enseña que cuando el pecado entró a nuestro planeta, lo contaminó todo y nuestras emociones resultaron contaminadas también. ¿Sabías que la primera emoción negativa registrada en la Biblia es el miedo? Es en Adán que podemos identificar el miedo contaminado y convertido en un sentimiento de temor, ante el cual lo único que se le ocurrió hacer fue esconderse… ¡esconderse de Dios! Así es el temor, nos hace escondernos de lo bueno, nos apaga, nos aísla,  nos endurece, nos lastima y literalmente, nos enferma.

El temor genera incertidumbre,  angustia, tristeza y desesperación. Y una de las manifestaciones más sofisticadas del temor, son los famosos ataques de ansiedad, que incluyen sensaciones físicas reales como el dolor de pecho y la respiración acelerada, sensaciones mentales, como imaginar lo peor, y sensaciones emocionales como la angustia y la irritabilidad. Por cierto, la gente de hace  dos mil años, incluidos los cristianos, también tenían problemas de ansiedad, y el apóstol Pedro nos enseña qué hacer con ella:

1 Pedro 5:7-8 Humíllense bajo la poderosa mano de Dios, para que él los exalte cuando fuere tiempo, echando toda su ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de ustedes.

Bíblicamente ansiedad significa tener la mente partida, desunida, dividida, distraída y descuidada, saturada con un montón de preocupaciones generadas a partir del miedo y del temor que producen las adversidades que llegan a nuestra vida.  Pero este pasaje nos dice claramente qué debemos hacer con la ansiedad: echarla sobre Dios. Increíble, ¿verdad? Pero cada vez que hagamos esto, la ansiedad morirá, y sólo entonces podrá nacer la confianza. La ansiedad es hija del temor, así como la seguridad es hija de la confianza en Dios.

La Biblia es muy clara acerca de las circunstancias que podemos llegar a enfrentar en este planeta contaminado, y no me refiero sólo al coronavirus. A nuestra vida pueden llegar valles de sombras de muerte, y la muerte misma,  pueden llegar peligros inesperados, escasez, enfermedades, tragedias, soledad, traición, angustia,  etc. y justamente, cada una de estas situaciones,  pone a prueba nuestro nivel de confianza en Dios, y pienso que Dios espera que confiemos en él, que confiemos en su soberanía, en su sabiduría, y en su bondad, en lugar de quedarnos atascados en el temor y la incertidumbre.

Y aquí es cuando llegamos a la segunda y última parte de este mensaje.

¿Cómo le ha ido a nuestra confianza en Dios en medio de la pandemia?

En la Biblia, la fe y la confianza son inseparables, porque la confianza es el resultado natural de creer en Dios totalmente y siempre.

Isaías 26:4 Confía en Jehová siempre, porque en Jehová el Señor está la fortaleza de los siglos.

Pero hemos llegado a ser tan ignorantes respecto a Dios, que lo hemos tratado como si fuera un accesorio, (un accesorio sólo es adecuado y efectivo dependiendo de la temporada, del clima y del lugar, sobre todo porque así lo  dicta la moda) Y digo esto porque somos nosotros quienes determinamos en cuáles circunstancias incluimos a Dios y en cuáles definitivamente él se queda fuera, de ellas y de nuestras vidas.

Amada familia, esto no debe ser así, porque Dios no es un accesorio. Dios es nuestro Padre:

Isaías 64:8 Jehová, tú eres nuestro padre; nosotros somos arcilla y tú el alfarero, así que obra de tus manos somos todos nosotros.

Pero resulta que después de tantos años, muchos de sus hijos todavía no hemos aprendido a confiar en él completamente, a confiar en él siempre.   Dios es digno de nuestra confianza completa en todo tiempo. Porque así como por encima de las densas y oscuras nubes de una  tormenta, el sol continúa brillando y aportando los elementos para sustentar la vida en la tierra, nuestro Dios siempre es el mismo: cuando las cosas están bien y cuando no lo están, porque nuestro Dios es eterno e inmutable.

Es cierto que nunca lo he visto, pero lo conozco. Lo conocí en su libro. Allí encontré su corazón y también su mente. Fue a través de sus palabras que pude descubrir sus cualidades, su naturaleza, sus capacidades, sus promesas, su fidelidad, su mirada, su cuidado, su alegría, sus planes, su responsabilidad y su compromiso…y por eso decidí que confiaría en él como en nadie más, y que lo haría siempre y cada día de mi vida, porque él lo merece. Dios es digno de toda nuestra confianza, de todo nuestro amor, de estar presente en nuestros pensamientos, en nuestros actos y en nuestras decisiones; es digno de un tiempo solo para él todos los días. Dios es el único que lo merece todo…siempre.

La definición de la palabra confiar que más me gusta en la Biblia es Huir por protección. Y cuando la junto con la definición etimológica en español de la palabra confianza, que es Tener total seguridad en alguien, me queda claro que  Dios es ese alguien en quien podemos tener total seguridad y correr hacia él cuando necesitemos protección en cualquier sentido.

No quiero terminar este mensaje sin mencionar algunos de los saludables beneficios de poner toda nuestra confianza en Dios pase lo que pase…

Felicidad, Alegría, Dicha, Estabilidad, Seguridad, Prosperidad, Prestigio, Fortaleza, Recompensas, Corazón firme, Bendición, Respaldo divino, entre muchísimos más.

 

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