Un trato incomprensible
Un trato incomprensible.
Seguimos con nuestra serie “El trato de Dios.” Este año Dios tratará con nosotros para prepararnos para cumplir sus propósitos. Quizá con algunos, en lo que va del año, Dios ya ha comenzado a tratar.
Desde el principio de la serie, establecimos que el trato de Dios es un proceso de formación que nos prepara para cumplir sus propósitos mientras vivimos. Ya explicamos que no todo lo que nos ocurre es provocado por Dios, pero que sí aprovecha todo lo que nos ocurre para tratar con nosotros.
Pero ¿qué características tiene el trato de Dios? Hasta ahora hemos visto dos: Es un trato de amor, porque nos ama, y es un trato particular, porque somos únicos.
El día de hoy veremos que el trato de Dios generalmente es Un trato incomprensible. Vamos a leer el pasaje bíblico base de nuestra serie:
Juan 13:1-9 Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora para pasar de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin. 2 Durante la cena, como el diablo ya había puesto en el corazón de Judas hijo de Simón Iscariote que le entregase, 3 y sabiendo Jesús que el Padre había puesto todas las cosas en sus manos y que él había salido de Dios y a Dios iba, 4 se levantó de la cena; se quitó el manto, y tomando una toalla, se ciñó con ella. 5 Luego echó agua en una vasija y comenzó a lavar los pies de los discípulos y a secarlos con la toalla con que estaba ceñido. 6 Entonces llegó a Simón Pedro, y éste le dijo: —Señor, ¿tú me lavas los pies a mí? 7 Respondió Jesús y le dijo: —Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás después. 8 Pedro le dijo: —¡Jamás me lavarás los pies! Jesús le respondió: —Si no te lavo, no tienes parte conmigo. 9 Le dijo Simón Pedro: —Señor, entonces, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza.
Los versículos 6 y 7 nos dejan ver claramente que a Pedro le causaba mucho conflicto ver a Jesús humillado lavándole los pies. Era una situación que chocaba en el interior de Pedro de una forma dramática, él no podía con eso. ¿Por qué se desencadenó un conflicto tan grande en Pedro al mirar a Jesús en esa condición? Para entender mejor esta situación debemos conocer dos cosas:
La primera es que en aquellos tiempos, la humildad no era una virtud, como lo es hoy. La humildad era una vergüenza. Los líderes se imponían por su fuerza, su valentía, si inteligencia. Para Pedro no cabía la posibilidad de que su líder se humillara como lo estaba haciendo esa noche. Según Pedro, a un líder había que verlo siempre arriba, nunca abajo.
La segunda cosa era que en ese tiempo, el que lavaba los pies era el esclavo de más bajo rango en una casa. (Recordemos que la esclavitud era una práctica común en aquel entonces). El esclavo que sabía cocinar tenía su lugar en la cocina; el que sabía administración, tendría su lugar en la oficina; el que sabía cuidar animales estaría en el establo. Pero ¿en dónde poner al que no sabía cocinar, ni hacer negocios, ni cuidar animales, al que aparentemente no sabía hacer nada? Exacto, a lavar los pies de las visitas que llegaban de los polvorientos caminos de aquel tiempo. Por eso, Pedro no podía concebir a Jesús en ese nivel tan bajo. Pedro no podía concebir que el maestro se humillara tomando la actitud de un siervo. Para Pedro no era comprensible que el mayor sirviera al menor.
El siguiente versículo nos regala una gran verdad acerca del trato de Dios, veamos…
Juan 13:7 Respondió Jesús y le dijo: —Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás después
Continuamente Dios trata con nosotros en el presente acerca de situaciones que sucederán en el futuro y por eso, generalmente no comprendemos lo que Dios está haciendo, ni por qué lo está haciendo, ni qué cosas buenas va a dejarnos lo que está haciendo. Por eso el trato de Dios se vuelve incomprensible.
Vamos a analizar las dos partes de esta declaración:
Dios trata con nosotros en el presente.
Los seres humanos vamos cambiando en la medida que crecemos y maduramos. Antes fuimos niños, hoy somos adultos y mañana seremos ancianos. La vida es así. Pero el proyecto de Dios para nuestra vida no se completa cuando somos niños inmaduros, se completa cuando hemos crecido, cuando hemos alcanzado cierta madurez, cierta medida intelectual y espiritual.
Pero Dios no va esperar hasta que hayamos crecimos para tratar con nosotros. La vida no nos alcanzaría; por eso Dios empieza a tratar con nosotros en el presente, debido al proyecto que tiene para nosotros en el futuro. Por eso Jesús le dijo a Pedro: Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora…
Hay un tiempo para comprender las cosas. No podemos comprender todo ahora mismo, Dios nos va revelando aspectos de sí mismo, de nosotros mismos y de sus propósitos de manera gradual. En una ocasión Jesús les dijo a sus discípulos:
Juan 16:12-13 12 Aún tengo muchas cosas que decirles, pero ahora no las pueden sobrellevar. 13 Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él los guiará a toda la verdad;
¿Porque no podemos entender ahora todo lo que Dios está haciendo? Por nuestra cosmovisión personal. Todos tenemos una. Y es nuestra forma muy única de pensar, de proceder y de concebir las cosas.
Nuestra cosmovisión está compuesta por paradigmas. Los paradigmas son ideas muy arraigadas en nosotros que adquirimos en nuestra familia, en nuestro entorno social, y educativo, y cultural, y político, etc. Luego llegamos a Cristo. Y mucho de lo que concebíamos como normal, con Dios ya no lo es, y sufrimos porque nos cuesta dejar nuestra manera de pensar antigua, nuestros moldes de años. Y es precisamente cuando nuestros paradigmas entran en conflicto. Porque cuando nacimos en Cristo, nuestro cerebro no nació de nuevo; es el trato de Dios lo que nos conduce directamente a cambiar nuestra cosmovisión, o a la renovación de la mente, cómo lo enseñó el apóstol Pablo en Romanos 12.
Cuando un concepto nuevo choca o quebranta alguna idea muy arraigada, se puede provocar un cambio de paradigma. Cuando empieza a cambiar un paradigma, empieza a cambiar la cosmovisión, y cuando esta ha cambiado, entendemos.
Pero el proceso de cambiar nuestra cosmovisión es duro. No siempre estamos abiertos a un cambio de paradigmas, generalmente nos resistimos al cambio, nos gusta lo que conocemos, porque ya sabemos cómo manejarlo. Nos da miedo lo nuevo, lo desconocido…y nos asusta perder el control.
Pedro tenía sus propios paradigmas (modelos, conceptos) sobre la autoridad y sobre el liderazgo en ese momento; pero Jesús esa noche estaba rompiendo un paradigma en Pedro, y a Pedro le estaba costando mucho trabajo comprender lo que estaba pasando. Pedro no podía concebir que Jesús lavara sus pies; no era común, no era lógico, no era normal; este asunto lo tenía seriamente conflictuado.
Cuando Dios trata con nosotros, generalmente no comprendemos qué está haciendo y por qué lo está haciendo. Porque nuestra cosmovisión no nos permite ver las cosas desde una perspectiva global, y mucho menos desde la perspectiva completa y eterna de Dios.
Dios estaba tratando con Pedro en su presente.
Ahora analicemos la segunda parte de la declaración.
Situaciones que sucederán en el futuro.
¿Cuál sería el futuro de Pedro? ¿En qué se convertiría aquel sencillo pero terco pescador? ¿Cuál sería el futuro del mundo? ¿Cómo cambiaría el mundo de ese momento? ¿Qué rumbo tomarían las cosas?
En aquel entonces, estaba por nacer un fenómeno social llamado iglesia, la cual transformaría el mundo entero. La iglesia como tal, no existía en los tiempos de Jesús; apenas nacería diez días después de su ascensión, y Pedro sería uno de los líderes más importantes de la naciente iglesia.
Para Jesús era importante construir una cosmovisión sana en Pedro, porque en poco tiempo sería un líder de gran influencia, miles de personas lo conocerían, lo admirarían, lo seguirían y le darían su obediencia…y sus recursos también. ¿Cómo podría un pescador áspero e impulsivo administrar todo aquel poder y todos esos recursos?
Definitivamente Jesús tenía que tratar con él, y romper sus paradigmas para cambiar su cosmovisión. Pedro se concebía a sí mismo de una forma, pero en poco tiempo miles lo concebirían de otra; esto podría ser muy peligrosos si Dios no trataba con él.
El trato de Dios al momento es incomprensible; e incomprensible puede significar incómodo, desagradable, cansado, exigente, e incluso doloroso, pero nos prepara para lo que Dios va a hacer mañana. Jesús le dijo a Pedro:
—Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás después.
Y el “después” llegó luego de unas pocas semanas. Pedro predicó tan poderosamente que miles de personas se añadieron a la iglesia por su predicación; milagros sorprendentes ocurrieron a través de él, y su liderazgo e influencia fue mucho más allá de lo que aquel tosco pescador jamás imaginó. Sin embargo, algo sucedió con Pedro, porque muchos años después, cuando estaba en la cima de su liderazgo, él escribió estas palabras:
1 Pedro 5:1-7 y 10 A los ancianos que están entre ustedes, yo, que soy anciano como ellos, testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe con ellos de la gloria que se ha de revelar, les ruego esto: 2 cuiden como pastores el rebaño de Dios que está a su cargo, no por obligación ni por ambición de dinero, sino con afán de servir, como Dios quiere. 3 No sean tiranos con los que están a su cuidado, sino sean ejemplos para el rebaño. 4 Así, cuando aparezca el Pastor supremo, ustedes recibirán la inmarcesible corona de gloria. 5 Así mismo, jóvenes, sométanse a los ancianos. Revístanse todos de humildad en su trato mutuo, porque «Dios se opone a los orgullosos, pero da gracia a los humildes».[a] 6 Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él los exalte a su debido tiempo. 7 Depositen en él toda ansiedad, porque él cuida de ustedes…10 Y, después de que ustedes hayan sufrido un poco de tiempo, Dios mismo, el Dios de toda gracia que los llamó a su gloria eterna en Cristo, los restaurará y los hará fuertes, firmes y estables.
Parece que Pedro aprendió bien las lecciones y llegó a comprender bien lo que aquella noche Jesús trataba de enseñarle: Que el liderazgo es para servir a los demás, no para servirse de ellos. Que el líder es uno entre los que lidera y que es igual a ellos. Que al líder no se le sigue por la fuerza, sino por el poder de su ejemplo; que sólo hay uno sobre todos: el Pastor Supremo, Jesucristo. Que la humildad debe manifestarse en nuestro trato cotidiano de los unos para con los otros; que hay un tiempo para ser exaltados y que nos conviene que sea Dios quien lo haga. Que aunque el trato de Dios en el presente nos provoque ansiedad y sufrimiento, el resultado final será nuestra restauración, fortaleza, firmeza y estabilidad.
¡Qué bueno que Dios trató con Pedro aquella noche antes de convertirse en el líder que llegaría a ser!
(Llamar al grupo de alabanza: Sólo música de fondo mientras oramos unos por otros) Canción: Sé el todo en mí.
Puede ser que entre nosotros hay alguien que está pasando por un proceso doloroso que le está generando una gran ansiedad y sufrimiento, precisamente porque lo que está viviendo no lo comprende ahora…porque ahora Dios está rompiendo tus paradigmas y está cambiando tu cosmovisión, y cuando tu cosmovisión haya cambiado, cuando hayas crecido y madurado y hayas llegado a la estatura de lo que Dios tiene pensado para ti, entonces lo entenderás…y lo agradecerás. ¡Te lo aseguro!
¿Qué es lo mejor que podemos hacer mientras Dios trata con nosotros? Podemos confiar en él.
Dios quiere darnos paz durante el proceso que estamos viviendo, pero debemos depositar toda nuestra ansiedad sobre Él.
Vamos a orar los unos por los otros.
Acércate a alguien y preguntarle: ¿Hay algo que te preocupa, que te está produciendo ansiedad? Y después de escucharle, ora por él con ternura. Pídele a Dios que le llene de su paz.
Quedémonos con lo que Pedro nos dice en su carta: Depositemos en Dios toda ansiedad, porque él cuida de nosotros… recordando que, después de que hayamos sufrido un poco de tiempo, Dios mismo, el Dios de toda gracia que nos llamó a su gloria eterna en Cristo, nos restaurará y nos hará fuertes, firmes y estables.