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Una fe saludable

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Una fe saludable

La semana pasada iniciamos nuestra serie Fe en desarrollo y aprendimos  que por la fe, recibimos la salvación y nos mantenemos en ella, porque Dios nos ha dado  a todos una cierta medida de fe para funcionar bien en su reino, pero también aprendimos, que a partir de allí, nuestra fe debe fortalecerse, debe crecer y debe madurar.

Y para continuar con nuestra serie Fe en Desarrollo, la plática de hoy se titula: Una fe saludable. ¿Cómo es una fe saludable?

El siguiente pasaje de la Escritura nos responde claramente esta pregunta:

2 Pedro 1:3-11 Todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia; 4 por medio de estas cosas nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas lleguen a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de las pasiones. 5 Por esto mismo, pongan toda diligencia en añadir a su fe virtud; a la virtud, conocimiento; 6 al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; 7 a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. 8 Si tienen estas cosas y abundan en ustedes, no los dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. 9 Pero el que no tiene estas cosas es muy corto de vista; está ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados. 10 Por lo cual, hermanos, tanto más procuren hacer firme su vocación y elección, porque haciendo estas cosas, no caerán jamás. 11 De esta manera les será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

En esta segunda carta, el apóstol Pedro se dirige a los cristianos en todo el mundo; y dice que nosotros hemos alcanzado la misma fe que ellos.

2 Pedro 1:1 Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que han alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra.

El apóstol Pedro está hablando aquí de la fe para ser salvos, la fe que nos trasladó al reino de Dios, y que Dios nos concede a todos para empezar a funcionar bien en su reino. Y mediante esa fe, nos fueron dadas todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad, junto con preciosas y grandísimas promesas. Y esa misma fe es la que nos ha hace participantes de la naturaleza divina y la que nos ayuda para huir de la corrupción de este mundo.

Sin embargo, el apóstol Pedro no menciona esa fe como definitiva, como un trofeo para exhibir, sino como la base de nuestra confianza y nuestra relación en Dios, que se afirma día con día, y que debe crecer y desarrollarse.

 

Veamos juntos las siguientes palabras

2 Pedro 1:5-7 Por esto mismo, pongan toda diligencia en añadir a su fe virtud; a la virtud, conocimiento; 6 al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; 7 a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor.

Esto coincide perfectamente con las palabras que el apóstol Pablo escribe a Timoteo, un joven pastor, al que exhorta a seguir creciendo en su fe para que pueda acceder a las promesas para esta vida y para la venidera.

Veamos 1 Timoteo 4:7-8 “…Ejercítate para la piedad, 8 porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente y de la venidera.

De todo esto aprendemos la siguiente verdad central:

Una fe saludable está en desarrollo constante

¿Cómo podemos mantener nuestra fe en desarrollo constante?

1. Ejercitándola intencionalmente.

El apóstol Pedro es enfático e insistente en que no podemos conformarnos con haber obtenido salvación mediante la fe, porque la fe que nos salvó es también la fe que nos hace crecer. Ninguno de nosotros tuvimos que mejorar para tener fe, eso lo sabemos; pero cuando tuvimos fe, todos empezamos a mejorar. Y la fe crece…como la semilla de mostaza, pero esto no sucede por casualidad ni por accidente. Para crecer en la fe debemos ser intencionales y enfocados.

Leamos las siguientes palabras del apóstol Pablo:

Filipenses 3:12-14  No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. 13 Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, 14 prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.

Aunque Pablo ya había experimentado la salvación por gracia mediante la fe, no se conformó; él quería seguir avanzando hasta ocupar el lugar para el que había nacido. Podemos notar la intencionalidad con la que Pablo vivía en la manera que escribió

     Prosigo, extendiéndome a lo que está adelante, prosigo a la meta.

Pablo no dejó que la casualidad decidiera hasta donde llegaría en su fe, él tomó las riendas, él fue intencional en seguir desarrollándose en la fe. Pablo era un hombre con una fe saludable.

Ninguno de los personajes que admiramos en la iglesia, en la Biblia o en la vida cristiana en general, llegó a ser lo que es por casualidad. Todos han sido intencionales en desarrollar su fe en Dios, exigiéndose más a sí mismos, estudiando en serio la palabra de Dios, sirviendo a Dios de manera responsable en su iglesia local o fuera de ella, o dando mayores pasos de fe para acercarse a su destino en Dios.

¿Cómo podemos mantener nuestra fe en desarrollo constante?

2. Añadiéndole otros elementos

Ser salvos es una cosa, pero alcanzar todo nuestro potencial en Dios es otra muy distinta. Hay quienes reciben la salvación y permanecen así, pero hay otros que reciben la salvación y se siguen desarrollado hasta encontrar su lugar en el reino y funcionar de acuerdo al propósito de Dios para ellos.

El Apóstol Pedro dice que podemos desarrollar nuestra fe cuando le añadimos otros siete elementos. Y la base para añadir todo esto a nuestra vida tiene que ver con la naturaleza divina que compartimos con Dios. Por eso se trata de AÑADIR, NO DE CONSEGUIR.

2 Pedro 1:5-7 Por esto mismo, pongan toda diligencia en añadir a su fe virtud; a la virtud, conocimiento; 6 al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; 7 a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor.

Intentaré describir estos elementos y explicar cómo podemos añadirlos a nuestra fe, que es lo mismo que añadirlos a nuestra vida diaria.

Lo primero que Pedro menciona para añadir a nuestra fe es: Virtud

La mejor palabra para entender qué es la virtud es Excelencia.    Excelencia significa salir de abajo, sobresalir de lo ordinario, elevarse sobre el promedio, ser notable.

El apóstol Pedro dice que Dios nos llamó a su gloria y excelencia. Por eso es que  debemos añadir excelencia a nuestra fe.  Todos los que tenemos fe en Dios tenemos un llamado a crecer en excelencia en nuestra manera de pensar, de sentir y de actuar. Créeme: El “¡ahí se va!” no es un versículo de la Biblia.

El siguiente elemento para añadir es: Conocimiento

Aclaro que no estamos hablando de saber un montón de datos sobre algo; eso es información. En la definición bíblica, el conocimiento significa entender completamente algo. (Job antes y Job después). El conocimiento en la Biblia es primordialmente la comprensión de la realidad a través de la experiencia. (Como cuando Adán “conoció” a Eva, y ella resultó embarazada). En la medida que conocemos mejor y más profundamente la Palabra de Dios, vamos adquiriendo un conocimiento mejor sobre Dios, basado en la experiencia personal. Y cuando conocemos mejor a Dios, conocemos mucho mejor todo lo demás, comenzando por nosotros mismos.

Además, el conocimiento genera discernimiento. (¿Se han dado cuenta que en estos tiempos hay un nuevo nivel de maldad en el mundo?) Necesitamos el discernimiento que viene como resultado de conocer  a Dios.

El tercer elemento para añadir es:

Dominio propio: La palabra utilizada en griego  es Enkráteia, y transmite la idea de que uno tiene el dominio de sí mismo de forma habitual y que sabe gobernar su yo; la idea de que uno está bien controlado en sus pensamientos, en sus emociones y en su comportamiento, porque los sujeta a la razón. Aquí es donde algunos nos damos cuenta de quizá no hemos estado creciendo en el dominio propio tanto como creíamos o como desearíamos. Necesitamos pedir a Dios que nos ayude, sí, pero también necesitamos colaborar con él, como nos lo enseña el pasaje bíblico que estamos estudiando hoy, y teniendo presente que “Dios  no nos ha dado espíritu de cobardía, sino de amor, de poder y de dominio propio”, como lo enseñó Pablo.

Lo siguiente que debemos añadir es:

Paciencia. Esta palabra tiene que ver con la capacidad para tolerar,  soportar o resistir situaciones molestas, o de padecer  circunstancias duras y desfavorables sin desintegrarnos o explotar ante ellas. La palabra griega  la define como Resistencia o aguante alegre. En mi diccionario mazatleco significa esperar sin tirarte de los pelos y sin permitir que la ansiedad te arruine o te amargue la vida. Pero ¿por qué  Pedro enseña que debemos añadir paciencia a nuestra fe? ¡Pienso que porque a él le fue muy útil aprenderla! (Ya sabemos cómo era Pedro cuando Jesús lo encontró)  Además, la paciencia es imprescindible para resistir valientemente cualquier tipo la maldad, por eso debemos añadirla a nuestras vidas.

El quinto elemento que debemos añadir a nuestra fe es Piedad.

Esta hermosa palabra en español, viene de la palabra griega Eusebeia, que tiene dos raíces: bien, y temor sagrado (reverencia). Y para la cultura griega, esta era una palabra muy conocida y practicada que significa: “Llevar a cabo las acciones apropiadas a los dioses” Cuando Pedro nos dice que añadamos piedad a nuestra fe, nos está hablando de que nos aseguremos que  nuestra relación con Dios sea real, espiritual, verdadera y vital. Es decir, que no sea sólo una apariencia. Ser piadoso es darle a Dios el lugar y el trato que él merece.

El siguiente elemento que debemos añadir a nuestra fe es:

Afecto fraternal. Filadelfia es la  palabra que usó Pedro y que se tradujo como afecto fraternal (y no se refería  a ningún queso untable) Es cierto que los hermanos no se escogen, pero puede llegar a ser una verdadera fortuna tenerlos. Pero independientemente de que tengamos hermanos o no, o de cómo haya sido nuestra relación con ellos, cuando  Dios nos salvó, nos incluyó en Su familia.

Efesios 2:19 Así que ya no son extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios.

Leamos juntos: Soy parte de la familia de Dios. (Y ahora dile al que está a tu lado: Dios y yo somos parientes).

Así que no importa quienes hayamos sido antes, ni de dónde vengamos, ni lo que hayamos hecho, TODOS LOS CRISTIANOS SOMOS HERMANOS, y por lo tanto, Dios espera y ordena que nos amemos unos a otros, que nos brindemos amistad, ayuda, protección, ánimo, consuelo, respaldo, apoyo, cariño, servicio, compañía, diversión, etc. mutuamente…como hijos suyos.

Ya vimos seis de los siete elementos que debemos añadir a nuestra fe, y que son como los peldaños de una escalera que nos conduce al tipo de vida que nos corresponde vivir como hijos de Dios. El último peldaño es el mejor de todos…porque cubre la falta de cualquiera de los anteriores, y es el Amor.

No se trata del amor de hermanos, ni de amigos, ni el amor a la patria, ni del amor a los padres, ni siquiera del amor de madre, ni del amor a la pareja. Este amor se refiere a un amor perfecto, incondicional, inalterable y permanente.  Un amor que nutre y sustenta, que es sensible y compasivo,  atento y cuidadoso, amable y fiel, tierno y generoso, y que está siempre enfocado en el bien de otras personas.

Y si logramos añadir los primeros seis elementos, pero nos falta el amor,  de nada nos sirve nuestra fe, porque sin amor nada somos.

Romanos 5:5 …el amor ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.

Este amor es el distintivo que nos identifica como cristianos

Juan 13:36 En esto conocerán todos que son mis discípulos, si tuvieran amor los unos con los otros.

¿Cuál de estos elementos necesitas desarrollar en tu vida intencionalmente? ¿En cuál de estos reconoces que tienes el nivel más bajo?

Llamar al grupo de alabanza.

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