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Jesús y la Samaritana

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Encuentros que transforman.

Saludos

Oración

Hoy estamos iniciando una serie que se titula Encuentros que transforman.  Y en ella vamos a revisar encuentros que Jesús tuvo con distintas personas cuyas vidas cambiaron y también descubriremos los elementos que participaron en ese cambio y que manifiestan la correcta actitud de sus corazones.

En los evangelios vemos que todos aquellos que se encontraron con Jesús fueron impactados de alguna forma o de otra, pero no todos experimentaron cambios en su vida. Por ejemplo, muchos fariseos, a pesar de haber sido confrontados con su religiosidad e hipocresía, continuaron siendo religiosos e hipócritas. En el caso del joven rico, optó por desconfiar de las respuestas de Jesús y menospreció sus palabras  y, aunque eso le hizo sentir muy triste, se alejó de Jesús sin cambiar su vida. Por su parte, el rey Herodes se molestó porque Jesús no lo complació haciendo algún milagro para él.

Todos aquellos que se acercaron a Jesús con cierto morbo, trampa, doble intención, o sin disposición a seguir sus instrucciones, siguieron exactamente iguales, pero los que respondieron a Jesús con una actitud correcta, experimentaron cambios reales que transformaron sus vidas.

El día de hoy sucede igual, muchas personas asisten a la iglesia con doble intención, o con intenciones ocultas, pero no con sinceridad de corazón. Personas así pueden pasar la vida entera en una iglesia y nunca cambiar. Porque para que suceda un cambio real al encontrarnos con Jesús, se requieren algunos elementos claves que queremos descubrir en cada plática de esta serie, en la que aprenderemos que:

La persona que se encuentra con Jesús con la actitud correcta, será transformada.

En esta primera plática de la serie aprenderemos del encuentro entre  Jesús y la Samaritana

El evangelio de Juan nos regala la historia de una mujer de Samaria que se encontró con Jesús y su vida cambió de forma dramática. ¿Revisamos su historia?

Juan 4:5-30

Entonces llegó a una aldea samaritana llamada Sicar, cerca del campo que Jacob le dio a su hijo José. Allí estaba el pozo de Jacob; y Jesús, cansado por la larga caminata, se sentó junto al pozo cerca del mediodía. Poco después, llegó una mujer samaritana a sacar agua, y Jesús le dijo:

Por favor, dame un poco de agua para beber.

Él estaba solo en ese momento porque sus discípulos habían ido a la aldea a comprar algo para comer.

9 La mujer se sorprendió, ya que los judíos rechazan todo trato con los samaritanos. Entonces le dijo a Jesús:

Usted es judío, y yo soy una mujer samaritana. ¿Por qué me pide agua para beber?

10 Jesús contestó:

Si tan sólo supieras el regalo que Dios tiene para ti y con quién estás hablando, tú me pedirías a mí, y yo te daría agua viva.

11 Pero señor, usted no tiene ni una soga ni un balde le dijo ella, y este pozo es muy profundo. ¿De dónde va a sacar esa agua viva? 12 Además, ¿se cree usted superior a nuestro antepasado Jacob, quien nos dio este pozo? ¿Cómo puede usted ofrecer mejor agua que la que disfrutaron él, sus hijos y sus animales?

13 Jesús contestó:

Cualquiera que beba de esta agua pronto volverá a tener sed, 14 pero todos los que beban del agua que yo doy no tendrán sed jamás. Esa agua se convierte en un manantial que brota con frescura dentro de ellos y les da vida eterna.

15 Por favor, señor le dijo la mujer, ¡déme de esa agua! Así nunca más volveré a tener sed y no tendré que venir aquí a sacar agua.

16 Jesús le dijo:

Ve y trae a tu esposo.

17 No tengo esposo —respondió la mujer.

Es cierto dijo Jesús. No tienes esposo 18 porque has tenido cinco esposos y ni siquiera estás casada con el hombre con el que ahora vives. ¡Ciertamente dijiste la verdad!

19 Señor dijo la mujer, seguro que usted es profeta. 20 Así que dígame, ¿por qué ustedes, los judíos, insisten en que Jerusalén es el único lugar donde se debe adorar, mientras que nosotros, los samaritanos, afirmamos que es aquí, en el monte Gerizim, donde adoraron nuestros antepasados?

21 Jesús le contestó:

Créeme, querida mujer, que se acerca el tiempo en que no tendrá importancia si se adora al Padre en este monte o en Jerusalén. 22 Ustedes, los samaritanos, saben muy poco acerca de aquel a quien adoran, mientras que nosotros, los judíos, conocemos bien a quien adoramos, porque la salvación viene por medio de los judíos. 23 Pero se acerca el tiempo de hecho, ya ha llegadocuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. El Padre busca personas que lo adoren de esa manera. 24 Pues Dios es Espíritu, por eso todos los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad.

25 La mujer dijo:

Sé que el Mesías está por venir, al que llaman Cristo. Cuando él venga, nos explicará todas las cosas.

26 Entonces Jesús le dijo:

—¡Yo Soy el Mesías!

27 Justo en ese momento, volvieron sus discípulos. Se sorprendieron al ver que Jesús hablaba con una mujer, pero ninguno se atrevió a preguntarle: «¿Qué quieres de ella?» o «¿Por qué le hablas?». 28 La mujer dejó su cántaro junto al pozo y volvió corriendo a la aldea mientras les decía a todos: 29 «¡Vengan a ver a un hombre que me dijo todo lo que he hecho en mi vida! ¿No será éste el Mesías?». 30 Así que la gente salió de la aldea para verlo.

Nueva Traducción Viviente. (2009). (Jn 4:5–30). Carol Stream, IL: Tyndale House Publishers, Inc.

 

Esta historia nos deja ver a una mujer con un trasfondo complicado: En primer lugar, era mujer (discriminada por su género), y en segundo lugar, era de Samaria (problemas raciales, religiosos y culturales debido al mestizaje) Además, en el pasado había  tenido cinco esposos y tenía una situación sentimental irregular en el presente: No estaba casada con el hombre con el que vivía.

Pero esta historia nos deja ver que aunque nuestro trasfondo sea complicado (doloroso, anormal, roto, vergonzoso)  nuestra vida puede cambiar si al encontrarnos con Jesús, mostramos la actitud correcta y si están presentes los elementos necesarios.

Como dijimos al principio: La persona que se encuentra con Jesús con la actitud correcta, será transformada.

¿Qué elementos había en esta mujer que intervinieron para que su vida cambiara? Veamos el primero…

  1. Una profunda sed de Dios.

Cuando tenemos sed de Dios en el corazón y nos acercamos a Jesús, seguramente sufriremos un cambio importante en nuestra vida. Este es el caso de esta mujer. Jesús detectó esa profunda sed de Dios y partió de allí para hablar con ella.

Nosotros podemos identificar esa sed porque cuando Jesús le habló de darle agua viva ella inmediatamente  dijo:

Por favor, señor , ¡déme de esa agua! Así nunca más volveré a tener sed y no tendré que venir aquí a sacar agua. (Juan 4:15NTV) 

Cuando nos encontramos con Jesús y tenemos sed de Dios, él va a saciar nuestra alma con el agua viva.

La sed de Dios se manifiesta de muchas formas por ejemplo: esta mujer tenía dudas sobre religión, y tenía interés por las cosas espirituales. Pero hay otras formas de identificar la sed de Dios por ejemplo, en la adquisición desmedida o peligrosa tanto de dinero, como de bienes materiales,  en la búsqueda continua de atención o de admiración, o de reconocimiento, o de logros personales, o en ciertos tipos de adicciones: a los casinos, a los videojuegos, a las redes sociales, a los conflictos personales, a sustancias químicas, al alcohol, a la nicotina, a la pornografía, a los medicamentos…o a múltiples parejas sentimentales, como es el caso de esta mujer. Personalmente pienso que ella estaba buscando algo esencial en cada uno de sus maridos. Porque después de su primer fracaso matrimonial, buscó otro hombre y se casó con él, lo que quiere decir que ella no iba en busca de una aventura. Pero su segundo matrimonio también fracasó. Así que fue en busca de un tercer esposo, pensando seguramente en que “la tercera es la vencida”. Sin embargo, también acabó divorciándose de él…y del cuarto, y del quinto. (A esta mujer no le funcionó tampoco eso de que “no hay quinto malo”).

Yo pienso que como la mayoría de las mujeres, ella quería ser amada, quería un hogar, y una familia…pero algo no estaba haciendo bien, porque terminó teniendo cinco esposos…y ya no quiso arriesgarse a otro matrimonio fallido con el sexto, así que decidió primero comprobar si la relación funcionaría, y se fue a vivir con él sin casarse. Lo que en realidad tenía esta mujer era una profunda sed de Dios, pero no lo sabía. ¡Qué reconfortante es saber que Dios sí sabe todo de nosotros!

¿Qué elementos había en la vida de esta mujer los cuales intervinieron para que su vida cambiara?

  1. Sinceridad absoluta.

La gente que sufre un cambio al encontrarse con Jesús es la gente sincera. La que no oculta nada, la que se deja ver tal cual es. Esta mujer era así: tenía una sinceridad absoluta. Jesús le dijo:

Juan 4:16-18NTV 16 Jesús le dijo:  Ve y trae a tu esposo.  17 No tengo esposo —respondió la mujer.  Es cierto dijo Jesús. No tienes esposo 18 porque has tenido cinco esposos y ni siquiera estás casada con el hombre con el que ahora vives. ¡Ciertamente dijiste la verdad!

La mujer tuvo la oportunidad de mentir, o de decir la verdad a medias, o de ocultar totalmente su complicada realidad ante Jesús, pero escogió decir la verdad completa y sin maquillaje. Y Jesús no la condenó, la afirmó. No afirmó su conducta, afirmó su sinceridad.

La persona que no es sincera, nunca cambia. Y no cambia porque su falta de sinceridad mantiene en la oscuridad  algunas áreas de su vida que necesitan exponerse a la gracia  de Dios, a la verdad de Dios y al tiempo perfecto de Dios. No cambian porque no reconocen ni entregan a Jesús las áreas de su vida que necesitan ser tocadas, tratadas, atendidas, curadas, sanadas. Y tal vez no dicen la verdad porque temen que Dios también los critique, los humille, los descalifique, los rechace.

Isaías 1:18

Vengan ahora. Vamos a resolver este asunto –dice el Señor- Aunque sus pecados sean como la escarlata, yo los haré tan blancos como la nieve. Aunque sean rojos como el carmesí, yo los haré tan blancos como la lana.

¿Qué otro elementos había en la vida de esta mujer que intervino para que su vida cambiara?

  1. Disposición total.

Es fácil identificar la disposición de esta mujer: Se dispuso a hablar con Jesús. Se dispuso a dejar su cántaro, se dispuso a volver a la aldea, y se dispuso a compartir a Jesús con los demás. En otras palabras, inmediatamente después  de su interesante encuentro con Jesús, la mujer samaritana estuvo resuelta a poner orden en su desorientada y turbulenta vida.

Hay muchas personas no cambian precisamente por su falta de disposición: les falta disposición para hablar con Jesús, y no oran. Prefieren hablar con un montón de personas en busca de ayuda, antes de ir a hablar con Dios.

Les falta disposición a dejar las diferentes situaciones en desorden que traen en su vida y eso los estanca; les falta disposición a volver a sus entornos y sus familiares no notan la obra de Dios en su vida; les falta disposición de compartir a Jesús con otros y nunca experimentan el poder del evangelio transformando la vida de los demás.

Vamos a cambiar cuando tengamos disposición total para abrazar lo que Dios quiere y tiene para nosotros. Dios quiere una vida con nosotros.  Quiere todo de nosotros. Quiere nuestro corazón, quiere nuestra mente, quiere nuestras fuerzas, quiere nuestra alma. ¡Dios nos quiere completos!

La vida con Dios es precisamente eso: vida con Dios. No es un cambio de religión. Es una vida en la que interactuamos con Dios, día a día.

La Biblia dice de esta mujer:

Juan 4:28 28 La mujer dejó su cántaro junto al pozo y volvió corriendo a la aldea mientras les decía a todos: 29 «¡Vengan a ver a un hombre que me dijo todo lo que he hecho en mi vida! ¿No será éste el Mesías?». 30 Así que la gente salió de la aldea para verlo.

La historia de esta mujer nos deja ver que no importa cuál sea nuestro trasfondo, nuestra vida puede cambiar. Si tenemos la actitud correcta y si estén presentes los elementos claves, que en la mujer samaritana fueron : Una profunda sed de Dios, Sinceridad absoluta y Disposición total.

Llamar al grupo de alabanza.

Quizá ha pasado mucho tiempo pero tu vida no está cambiando ni avanzando. ¿Qué te hace falta?

Oraciones.

Cantar.

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